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Describir cualquier elemento de la vida cotidiana es fácil, describir cómo somos o lo que deseamos, de igual forma es fácil, solo que; posiblemente, lo hace escueto el solo pensar en aludir las características que describen nuestra personalidad, ponderar se acompaña con la avidez.
Nuestra calidad es como la vida misma, el transcurrir de los años esculpe en detalle lo que somos, para luego mostrar el verdadero ideal de vida. La afinidad es importante cuando se piensa en compartir nuestro camino como plan de vida; creer en el amor, como así lo creo. Creer en la felicidad como así lo creo, creer en las personas como así lo creo es lo más importante de nosotros mismos.
El amor lo es todo, la complejidad del concepto hace interesante nuestro transitar de vida, amar y sentir amor es vida. Amara, sentir, recibir, entregar es la felicidad orientada en todo sentido y en todo ambiente e inquebrantable. Fluctúa, justamente tal condición es el estímulo para apreciar la vida. En consecuencia, la sensatez me describe como un hombre amante de la armonía, con apetito para compartir y recibir, inclinado a aprender de los errores y obligado a fortalecer a través de ellos principios y valores en todos los aspectos de la vida.
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Lo ideal es la afinidad de pensamientos y el comportamiento común, lo absoluto se construye, nos educamos al deseo mutuo ya que existe el equilibro como el fin hacia la felicidad. Lo maravilloso es la admiración interior hacia la consolidación del lazo sentimental. Lo sublime es el honor de aceptar lo que decimos y hacemos, la cordialidad mutua. En consecuencial es incidir en el corazón para aferrarse a ese lugar especial que todos poseemos, compartir el sentimiento hacia el deseo de dos convertidos en uno. Indudablemente es la incitación al amor perpetuo, hacia el romance como escenario de vida. ¡Querer es poder! Sí ambos lo queremos, estaremos en el mismo camino.
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